Aunque cada vez se diversifican más los tipos de cierres para el vino, el corcho sigue siendo el cierre estrella.
Sus numerosas propiedades y virtudes lo convierten en el material perfecto para esta función: es ligero, impermeable a líquidos y gases, elástico, proporciona aislamiento térmico, es ignífugo, biodegradable, renovable.
Y lo más importante: permite la microoxigenación y la evolución positiva de los vinos de guarda.
Podemos clasificarlos en:
- Cortos: destinados a vinos de consumo rápido, de baja graduación o a botellas de cuello corto.
- Mixtos: ensamblan una parte de corcho de una pieza y otra de aglomerado. Se emplean para espumantes, ya que el diámetro que requieren estas botellas es mayor y excede el calibre máximo que la corteza del alcornoque puede dar.
- Largos: utilizados en vinos de alta gama, de guarda o en botellas de cuello largo.
- Aglomerados: son fabricados aprovechando el corcho molido y prensado que sobra de las planchas utilizadas para hacerlos de una sola pieza. Son de inferior calidad y no tienen buena elasticidad, por lo que suelen romperse en el momento del descorche. Se destinan a vinos de baja o media calidad.
- De una sola pieza: son los clásicos que se extraen enteramente de la corteza del alcornoque, por lo que son completamente naturales . Tienen un diámetro de 25 mm y se emplean en vinos finos
FUENTE:
www.revistaelconocedor.com